24 julio, 2008

Bien por Gabriel.

Me gustó mucho el comentario a propósito de la "famosa" noticia del hospital. Lo cierto es que en ésta no se ve el Curepto verdadero que tu lograste conocer. Esa noticia mostró una caricatura impropia de mi terruño. Se hizo un show indebido.
Curiosamente nunca se dijo que hubo un hospital anterior, lleno de historia, alegría y dolor, y que un día al más estilo Macondo, cedieron sus muros y se derrumbo, mientras la gente era atendida como un día más.

A propósito de mi esencia cureptana, yo viví toda mi niñez y adolescencia en la calle Patricio Lynch, conocida por entonces como la calle de los perros.

A propósito de aquella famosa noticia del hospital Curepto

Recuerdos de CureptoAhora que la pequeña ciudad se ha convertido en un lugar casi tan conocido como Macondo, permítanme escribir sobre mis recuerdos y poner en perspectiva lo sucedido en estos días.

Escrito por Gabriel Rodríguez


El impacto comunicacional de lo sucedido ha sido tan grande- a pesar que hay una cierta tradición de inauguraciones adelantadas - que es posible que novelas y películas del futuro se inspiren en este suceso, convirtiéndolo en un nuevo mito regional. Conocí a muchos cureptanos en la década del 80, época en que viajaba desde Santiago para formar jóvenes y descansar unos días en la cercana y bella Iloca. Por esos años dos misioneros norteamericanos, José Cappel y José English recorrían la zona en bicicleta consolando a los enfermos y ayudando a los pobres. Semanas de lluvia intensa que sumían al pueblo en la humedad eran comunes. Allí conocí los chícharos y disfruté las mejores lentejas y quesos frescos de que tenga memoria. El padre Cappel, reconocido como santo por todo el pueblo oraba hasta altas horas de la madrugada. El otro José contaba malos chistes y gustaba ver las noticias en un televisor en blanco y negro.

La Plaza, como ahora, era el corazón y el centro cívico donde una de mis hijas adoptivas aprendió a correr.

Fue una noche de julio de 1983, luego de la tercera Protesta Nacional que escuché al dictador en Curepto anunciando por fin el término de la censura a los libros. A los pocos meses pude editar “Entre Nosotros Mañana”, un breve poemario que había esperado años para salir a la luz.

Mis recuerdos de Polo, de Alicia, de Elba, de la Sra. Teresa y sus exquisitos kuchenes y tortas, se han mezclado estos días con la bullada inauguración del Hospital. Cada vez que paso veloz por su Plaza deseo ver y saludar a mis amigos de esos años. Más allá de las pequeñas pillerías inaceptables, Curepto es hoy más atractivo que ayer. Ha sabido combinar la tradición con la modernización. Cuando pasen los ecos de estos días, el nuevo Hospital vendrá a resolver las necesidades de sus habitantes y a reforzar su innegable progreso.

Mal por los errores, bien por la realidad y por Curepto.